Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, ha dicho que la misión fundamental de su compañía es conectar a las personas, por lo que no descansará hasta que los 5.000 millones que actualmente no tienen acceso a internet en el mundo estén conectados a la “red de redes”. Para lograrlo, implementó en diversos países en vías de desarrollo el proyecto Free Basics (antiguamente conocido como Internet.org), el que se suponía debía ser recibido con los brazos abiertos por los habitantes locales.
Actualmente, el servicio funciona así: Facebook se asocia con proveedores de internet locales y ofrece una aplicación que las personas pueden bajar en sus celulares –no necesariamente inteligentes– y obtener entonces acceso a ciertos servicios en línea (que incluyen Facebook y Whatsapp, más otros que varían en cada país), sin necesidad de gastar sus planes de datos. Para Zuckerberg, Free Basics es el impulso que necesita la gente pobre para valorar internet y decidirse a gastar parte de su presupuesto mensual en una conexión a toda la red.
Pero Zuckerberg enfrenta uno de los momentos más álgidos de su proyecto. A principios de diciembre de 2015, la Autoridad Reguladora de Telecomunicaciones de India (TRAI) ordenó al proveedor de internet Reliance Communications –socio de Facebook para ofrecer Free Basics– suspender temporalmente el servicio en el país. La razón se debe a una larga polémica sobre si a un operador de telecomunicaciones le debe ser permitido tener precios diferenciados para distintos tipos de contenido. Mientras aquello se resuelve, no sólo se suspendió temporalmente el servicio, sino que la TRAI se abrió a los comentarios de las partes interesadas para su último documento, que trata justamente esta materia.
Ahí se desató la batalla.
Por un lado, con una campaña destinada a desacreditar la opinión de activistas opositores, Facebook ha destinado enormes recursos para repletar de publicidad a favor de Free Basics las calles, los medios de comunicación y su propia plataforma. Por el otro, un importante sector de la sociedad civil, la academia y privados se han reunido bajo la coalición Save The Internet para levantar oposición al proyecto emblema de Zuckerberg.
Hasta ahora, parte importante de los argumentos en torno a la discusión sobre Free Basics y, en general, sobre servicios conocidos como zero-rating, tanto en India como en otros países, se concentran en si la neutralidad de la red es un principio real y deseable en internet y si aquel –en su existencia– podría tener excepciones. Muy relacionado con esto, se discute si la neutralidad de la red es una barrera o una garantía para el acceso a internet y, más específicamente, si es conveniente –económica y políticamente– que sean Facebook y un puñado de empresas los que decidan qué aplicaciones son parte de una internet gratis y cuáles no.
Pero con la discusión en India queda en evidencia que una aproximación meramente técnica no es suficiente si no se consideran las diversas dimensiones de poder que cruzan el debate.
Y es que, más allá de la discusión sobre la neutralidad de la red y el acceso, hay incomodidad por cómo Facebook ha llevado a cabo el proyecto Free Basics en los distintos países del tercer mundo. Por un lado, con poca o nula participación local. Y, relacionado con lo anterior, con la receta lista desde el primer mundo de cuál es la internet que el tercer mundo merece, como si hombres blancos y acomodados de Silicon Valley supieran mejor lo que países en vías de desarrollo –nuestros países– necesitan.
Ante la crítica política, Facebook ha reaccionado agresivamente. Para sus defensores, los reclamos solo responden a una suerte de antiamericanismo presente en el país. De hecho, Zuckerberg escribió un editorial en India y calificó como “afirmaciones falsas” los argumentos contrarios a Free Basics, lo que le valió la respuesta, con algo de sorna, de Quartz India que tituló: “Mark Zuckerberg no puede creer que India no esté agradecida con la internet gratuita de Facebook”.
La reacción de Free Basics incluyó una campaña que, entre otros recursos offline, tiene como eje la propia plataforma de Facebook. Como miles de activistas y organizaciones alrededor del mundo que día a día utilizan Facebook para dar a conocer sus campañas de incidencia, esta vez el dueño del servicio decidió también ocuparlo para esos fines. No habría nada de malo en aquello si no fuera por las acusaciones que denuncian las barreras que la compañía le impone a la campaña contraria, Save The Internet, además de otras acusaciones.
Se trata de preocupantes denuncias sobre la manipulación de la opinión pública local. Con todo, el hecho nuevamente demuestra que la batalla de Free Basics excede el debate sobre la neutralidad de la red y pone luz sobre otra preocupante dimensión política en las discusiones sobre derechos en internet: el poder del algoritmo.
Refiriéndose a este hecho y al poder de las corporaciones tecnológicas, el investigador Evgeny Morozov afirma que “podríamos estar presenciando el nacimiento de una nueva, potente y altamente descentralizada aproximación al lobby, donde los ciudadanos se fusionan con los algoritmos para neutralizar cualquier amenaza al culto (de Silicon Valley)”.
Estas denuncias ponen de manifiesto la fragilidad de nuestros derechos cuando el algoritmo es cerrado, sin atisbos de transparencia, y advierten especialmente sobre la fragilidad de la libertad de expresión de miles de personas y organizaciones que usan plataformas privadas como Facebook para hacer activismo.
Pero el asunto se hace particularmente peligroso cuando ese algoritmo –que puede ser políticamente manipulado– es parte de las pocas plataformas a las que una persona puede acceder a través de servicios como Free Basics. Cabe preguntarse entonces si es válido el argumento de que los llamados servicios zero-rating son en cualquier condición habilitadores de derechos como la libertad de expresión de las personas. Se olvida muchas veces que estas son herramientas muy específicas, de corporaciones privadas con poder total sobre su código.
La reacción de Facebook ante los atendibles argumentos indios –no solo de activistas, académicos y sector privado, sino también del Estado– hace pensar que esta batalla va mucho más allá de los asuntos técnicos y que tiene claros ribetes de lucha de poder político en un país que representa el segundo mercado después de EE.UU. para la red social. Se trata de una suerte de neocolonialismo digital que abunda en las discusiones políticas de internet, en las que no solamente el Norte reclama dominios sin contrapesos al Sur, sino que muchas veces son las grandes corporaciones las que dominan la conversación por sobre cualquier soberanía local.
Considerando que Free Basics es una realidad en muchos de nuestros países de América Latina, creer que la discusión solo se trata de neutralidad de la red y acceso a la red puede ser un equívoco: observar con atención lo que ocurre en India nos puede ayudar a entender el verdadero alcance de las discusiones “técnicas” en internet.
*Directora de incidencia en Derechos Digitales, organización chilena dedicada a la defensa y promoción de los derechos humanos en el entorno digital. Este texto fue publicado originalmente en el sitio web de esta organización.
Tomado de: http://www.elespectador.com/tecnologia/free-basics-y-batallas-politicas-de-internet-articulo-611733
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